*REFLEXION*
El evangelio es, también en este punto, buena noticia. Jesús permite que los leprosos se le acerquen; incluso en algún caso se dice que los toca (Lc 5,13). Y sobre todo se dice que los cura y los envía al sacerdote para que levante acta de que están recuperados y ya pueden participar en el culto. Lo que realiza Jesús va mucho más allá de una acción terapéutica: se trata de la recuperación e integración de los excomulgados; ya pueden participar en la vida social y religiosa de Israel. Jesús nunca excluyó o excomulgó, sino que integró.
Puede imaginarse el proceso espiritual vivido por estas personas, que pasan de ser tenidas por malditas a disfrutar de pleno derecho en la vida del pueblo de la alianza. Jesús lo dijo en otra ocasión: “venid a mí los que estáis cansados y ‘agobiados por el peso’, que yo os aliviaré… y encontraréis descanso para vuestras almas” (Mt 11,28s). El peso de los leprosos era triple: su sufrimiento físico, su menosprecio social, y su triste perspectiva de no hallar jamás salvación en Dios. El poder sanador de Jesús suprime todos esos agobios.
*ORACIÓN*
*«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».*